ESTAMPAS CERRATEÑAS

 

             SEIS PUEBLOS CENAN JUNTOS.

 

  

 

   En marzo el Cerrato es verde. Como en otras muchas partes, sus campos y valles se cubren de un verde intenso y brillante, que llena la vista y embelesa los sentidos.

 

    Es como una promesa frágil, colmada de esperanza, que pende, ahora más que nunca, de la lluvia que se aguarda, y se desea ferviente.

  

    El pasado día 24 de marzo, viernes, al caer la tarde, seis pueblos de esta comarca, muy próximos todos, muy diferentes cada uno, se dispusieron a celebrar una fiesta juntos, en torno a unas grandes mesas dispuestas para la cena.

 

   Todo parte de la idea de un hombre que se mueve entre esos pueblos cada día. De uno a otro. Que les acompaña en las celebraciones, las fiestas, las bodas, los entierros, las romerías, los bautizos. En el bar y en la bodega. En el día a día al fin de todos ellos. Que se da cuenta que siendo vecinos y estando tan cerca unos de otros, -en poco más de un radio de quince kilómetros se asientan todos-, vive cada uno su vida, al margen del otro, cuando los problemas y situaciones que afrontan son comunes a todos, teniendo en la despoblación y el envejecimiento el mayor, y más grave de todos ellos.

 

 

  

    Juntos somos más fuertes, somos más, podemos afrontar mejor los retos a los que nos vemos abocados. Juntos lo podemos pasar mejor, porque la diversidad enriquece, potencia, y recrece la vida y la fiesta; y en el acompañamiento y el compartir, se hace más llevadero el dolor y el duelo.

 

 

  

     Ricardo es el cura de esos seis pueblos, aunque cada uno le sienta como propio, como si solo fuera el suyo, porque a cada uno acude, se da y entrega como si fuera el único que tiene. Él se preocupa de que no le sientan en exclusividad, y hace explícita su pertenencia, y dedicación a los seis de cuerpo entero, adaptándose a la peculiaridad de cada uno, y potenciando lo mejor de todos ellos.

  

    Hace tiempo ya que se acabó aquello de un cura, o más, para cada parroquia, -de cuando yo era niño y monaguillo-, y eso quiere que lo asuman e integren estas gentes, porque esto es el futuro ya inminente que llama a la puerta.

  

    La idea, como el grano, es una semilla que, con el puño apretado y lleno, se lanza al aire sobre la tierra arada. Luego se le acompaña, y se mira al cielo pidiendo el agua necesaria para que nazca, brille, crezca, y madure.

 

  Las mujeres de las Asociaciones Culturales de los seis pueblos, acogieron la idea que lanzó Ricardo al aire, y se pusieron en marcha.

  

   Cinco pueblos se pusieron en movimiento, semanas antes, para preparar la “cena solidaria entre los seis pueblos”. Alba, el sexto, empezó a movilizarse para preparar el local donde recibir a todos los que acudirían, acondicionarle, buscar sillas, mantel y mesas, disponerlas… y organizar todo, para que todo estuviera a punto ese día a las nueve de la noche…

  

   No se hablaba de otra cosa en los pueblos. Se pegó en todos el cartel informativo del evento, ilustrado con una gran olla, y la fotografía de lo que fue la ermita de Nuestra Señora del Arrabal, hoy Centro Cultural del pueblo, donde se celebrará la cena.

 

 

     Con el lema “Nos necesitan, nos necesitamos”, se nos anima a acudir, para con nuestra aportación “ayudar a un proyecto concreto de Manos Unidas, la construcción de tres aulas en Madagascar. Para ayudar a concienciar el valor de la solidaridad. Para convivir y reforzar el conocimiento entre personas activas en la animación sociocultural, y de relaciones humanas entre los seis pueblos, ensayando una primera experiencia”, reza el cartel.

  

   Entrando en el Cerrato palentino, viniendo del Cerrato vallisoletano, y pasando por Cabezón de Pisuerga, y Valoria la Buena, -antes Valoria la Rica-, por el valle por el que discurre manso,  silencioso, y casi ya entregado al fin el arroyo Maderazo, o de los Madrazos, el primer pueblo de éstos seis que nos encontramos, dirección Esguevillas de Esgueva y Peñafiel, es Cubillas de Cerrato.

  

   Se asienta a la izquierda de la carretera, al otro lado del arroyo, desparramado sobre el cerro, a 730 metros de altitud, a los pies del páramo y monte del Castillo, en el que destaca el corpachón de su iglesia de Santa María, románica del siglo XII, remodelada al gótico en el siglo XIV, con las bodegas detrás excavadas en el cotarro.

  

   Abajo, junto a la ermita del Cristo de la Guía, sale la carretera que durante once kilómetros serpentea hacia el monte con dirección a Cevico de la Torre. A la derecha, dando forma al ancho y verde valle, las otras laderas, y los caminos agrícolas que suben a la paramera que se extiende hacia el sur, hasta descolgarse y caer sobre el valle del Esgueva, a la altura de Villanueva, Piña y Esguevillas.

  

   Antes de subir al páramo que lleva al valle Esgueva, a cuatro kilómetros, está el pequeño pueblo de Población de Cerrato. Totalmente llano, pero elevado a 800 metros, en el centro del amplio valle que forma el arroyo de los Madrazos, un kilómetro más al norte.

  

   El arroyo de las Fuentes, antes de desembocar en el de los Madrazos, rodea el pueblo. A las afueras está la ermita de Nuestra Señora de la Asunción, también llamada del Arroyuelo, del siglo XIII dice la placa que la anuncia. En el centro del pueblo, en la plaza, junto al ayuntamiento, la pequeña iglesia dedicada a San Babilés, ecléctica mezcolanza de obras, elementos y estilos. En unos cotarros del páramo están también, como no podía ser menos en esta tierra, las bodegas.

  

   Saliendo del pueblo, hacia el norte,  la carretera se empina hacia Cevico, a ocho kilómetros, pasando muy cerca de su ermita de la Virgen del Monte, en el rasedo del páramo, pero nosotros continuamos por la que va hacia el este, siguiendo el curso del arroyo que forma el valle, que es como un enorme tapiz verde, hasta llegar a Alba de Cerrato, a siete kilómetros, que es el pueblo anfitrión  del encuentro solidario y de convivencia que nos ocupa.

  

   A los pies del cerro de la Mota, a 782 metros, en el que se levanta la iglesia de San Pedro, con un hermoso ábside románico-mudéjar, al lado de donde se excavaron  las bodegas, la población se extiende rodeando el cerro, hasta bajar a la plaza donde se levanta el rollo del siglo XVI, la antigua ermita del Cortijo, el ayuntamiento y sus casonas de piedra blasonadas. Alba es un cruce de caminos. De ella, hacia el sur, parte la carretera que va a Amusquillo, y la de Esguevillas, hacia el valle Esgueva;  la de Palencia pasando por Cevico, a seis kilómetros al norte, y la que continúa a Vertavillo junto al arroyo a cuatro hacia el este, además de la traíamos por el oeste.

  

    En Vertavillo, desde el balcón del Postigo, junto a su puerta de muralla, y el rollo de Carlos V, la vista panorámica del valle es espectacular. Por el este el arroyo viene paralelo a la carretera de Hérmedes de Cerrato, y baja hacia los pueblos de los que venimos, hasta su desembocadura al Pisuega en Valoria.

   El valle es como un mar, o una marea verde, que lo cubre todo, y trepa por las cuestas del páramo, hasta donde la ladera se empina y empieza el matorral, asoma lo pedregoso, o la repoblación de pinos arranca y sube, de un verde oscuro casi negro, hasta el cerral, y la planicie  del páramo estepario.

  

   Hasta llegar a Cevico de la Torre, los ocho kilómetros de carretera discurren casi todos, con grandes rectas, paralela al arroyo Maderano, que viene de Cevico Navero y Castriilo de Onielo  al encuentro del Pisuerga en Dueñas.

  

   Lo primero que va asomando es el cuerpo de su torre, y luego la mole de su iglesia, asentada en un altozano en lo más alto de este pueblo, que se descuelga en calles perpendiculares, -Rioyo, San Martín, Nueva-, hasta el Maderano, todo él atravesado por la carretera, que es su calle principal, donde está la ermita de Santa Ana, el ayuntamiento, la antigua plaza de la olma, un par de entidades bancarias, y los dos bares; los soportales, y la panadería. En un extremo, a la entrada, los cotarros con las múltiples bodegas, el casino, y la fábrica de queso, y en el otro, las escuelas, la piscina, el frontón, y el parque; la fuente de don Pedro, con la metálica figura de la Samaritana coronándola, y el antiguo asilo que fundara don Pedro Monedero, y que atendieron hasta su marcha las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, hoy reconvertido en “Residencia de mayores de Santa Eugenia.

  

   La carretera a Valle de Cerrato, seis kilómetros paralelos al arroyo, sale a los pies de la Samaritana, -forjada en París en 1905-, rodea la tapia de la residencia, deja a la izquierda el cementerio y su ermita de Nuestra Señora de Palacios, -donde tiene su tumba, túmulo y estatua funeraria el mecenas fundador del asilo-, rodea por atrás el pico del Castillo,  las cuevas, la Cueva Grande, y el espigón del páramo, y dando la espalda al pueblo enfila la carretera de Baltanás hacia el norte, hacia un nuevo valle, el tercero que recorremos, y que da forma un tercer arroyo, el arroyo de Valle, que un poco más abajo del molino de Mena, junto a la finca de Pedro Salas, en el camino de Dueñas, se une al Maderano.

  

   Valle,  como Castrillo de Onielo, como Vertavillo, se levanta en un alto, una meseta a 815 metros, y como aquellos tuvo muralla, aunque hoy de ella solo queda parte de una sólida puerta. Desde el aire tiene forma de almendra, y calles de nombres tan sonoros como Cantarranas, Platerías, Eras de Abajo, la Cruz o el Azulejo.

  

   Tiene también una ermita, que se llama del Bendito Cristo, y la primitiva iglesia, que como tantas otras, se remodeló en el siglo XVIII, quedando de la original solo la portada. Aunque lo que se aprecia desde Valle, por su ubicación, son sus extensas vistas, que nos dan una buena idea y comprensión de la peculiaridad de esta comarca, su orografía, paisajes, y valles.

   

    Cuando llegamos a Alba ya está cayendo la tarde, y empiezan a llegar los comensales por todas las entradas del pueblo. Hará tiempo, quizá desde las fiestas de S. Pedro y su hoguera, que no se concentran tantos coches en la plaza. Hay muchos saludos, encuentros, presentaciones, conversaciones, y comentarios, mientras se van llenando la sala grande, y la pequeña anexa, del local municipal. Cada uno lleva su plato, y sus cubiertos, que se plantan en el lugar que uno elije, encuentra o le sugieren. La tendencia es a agruparse por pueblos, pero nosotros, que estamos con los de Vertavillo, tenemos al lado unos de Valle, y otros que vienen de Población, con lo que la conversación es viva, animada, amigable, y enriquecedora, como si nos conociéramos de hace tiempo. ¡Quién lo diría! Quizá es que aflora lo que en común tenemos, lo que nos une, compartimos, y queremos a esta nuestra tierra, y nuestros pueblos.

  

   Entre las dos salas nos hemos juntado ciento sesenta personas, bien apretadas, pero cómodas. Así se combate mejor la temperatura de los improvisados comedores, algo fresca según avanza la noche. La representante de Manos Unidas da las gracias por la aportación al proyecto. De los quince euros por persona, cinco son para él.

 

Centro Cultural de Alba de Cerrato

 

 

   Un restaurante de Palencia nos trae la cena, caliente, rica, y abundante, hasta el punto que sobró de todo. La panadería de Castrillo, la que cada día trae el pan a Alba y Vertavillo, ha donado el pan. Y Pedro y Fátima, que regentan el bar, nos regalaron el vino de su viña, a medio camino de Alba y Cevico.

  

   Manoli y otras mujeres de la Asociación, como buenas anfitrionas, se multiplicaban para atender la organización,  el reparto y distribución de la comida. Su hijo no paraba de hacer fotos para dejar constancia del evento; su marido, el alcalde, atendía que no faltara detalle, y Ricardo no paraba quieto, yendo y viniendo de un lugar a otro atendiendo entre bambalinas el buen discurrir de la cena…

  

   Estamos ya en la tarta y el chupito, y del café en el bar de al lado, para los que necesitan salir a tomar uno muy caliente para mantenerse bien animados y despiertos.

 

    A todo esto el sábado día 25 se nos ha echado encima, y continúa la celebración y la fiesta.

  

    El ayuntamiento de Alba ha donado un jamón, que se sortea mediante la venta de papeletas que ayudan al proyecto de Madagascar. Después Fátima se arma con el micrófono, y dirige la subasta de diferentes piezas del Nacimiento ecológico, que hicieron las pasadas Navidades en la Asociación Virgen del Cortijo, y que fue merecedor del Primer Premio del II Concurso de Belenes Reciclados, organizado por el Consorcio Provincial de Residuos, en el que participaron siete asociaciones culturales, juveniles, y amas de casa de la provincia, con la cual sigue aumentando la recaudación para la construcción de las tres aulas, para noventa alumnos de bachillerato en la ciudad de Bekily. Han sido más de tres mil euros los recaudados, y siguen creciendo, gracias a las donaciones de la “fila cero”, de los que no han podido acudir a la cena.

 

  

    Ya es casi la una cuando termina la subasta, y los comensales empezamos a levantarnos y abandonar las mesas.

  

    Es la hora de las despedidas, los agradecimientos, las valoraciones, las satisfacciones.  Otra vez los saludos; y los deseos de volver a vernos y repetir de nuevo tan novedosa experiencia, encuentro tan alegre, y ensayo de convivencia entre vecinos.

  

    La idea, como la semilla, ha cuajado en este primer encuentro, apenas llegada la verde primavera cerrateña.

  

    Verde y frágil esperanza, aguardan encuentros futuros, quizá en otros pueblos, con nuevos anfitriones, en locales que se encuentren, a los que están convocados los comensales de esta noche, y otros nuevos que quieran y puedan apuntarse, para seguir construyendo juntos el futuro, la pervivencia, y los sueños de los pequeños, bellos pueblos de este Cerrato nuestro de cada día.