Un peculiar taxi para los ingenieros del riego

 

 

 

Estaba prevista la llegada de los ingenieros el día 25 de julio de 1955 a la estación de Magaz por lo que a Eutimio Núñez le encargó su padre ir a buscarles y llevarles hasta Soto.

 

Dada la creciente mecanización de la agricultura, el 20 de diciembre de 1952, siendo Ministro de Agricultura Rafael Cabestany de Anduaga, fue promulgada la Ley de Concentración Parcelaria, y el 16 de febrero de 1953 era aprobado el Reglamento que desarrollaba. El 22 de noviembre de 1954 se reglamentaron los ensayos mediante una Orden Ministerial conjunta de los Ministerios de Agricultura y Justicia, y el 20 de julio de 1955 se cumplimentó la Ley, dando lugar a un Texto Refundido de fecha 10 de Agosto de ese mismo año.

 

Con la concentración parcelaria surgió el debate sobre sus beneficios o perjuicios en los ámbitos económico, medioambiental y social sobre los pequeños agricultores autóctonos, pues se trataba de un conjunto normativo de grandes consecuencias para el medio rural, afectando por tanto de lleno a la comarca del Cerrato. Aludiendo al “interés general” se modificó la estructura de propiedad de la tierra, mediante expropiaciones, propiciando el asentamiento de monocultivos extensivos y la generalización del regadío.

 

Para esta introducción generalizada del riego era preceptiva la participación de ingenieros, dando lugar en Soto de Cerrato a un hilarante episodio, del que ahora se cumplen 64 años.

 

Estaba prevista la llegada de los ingenieros el día 25 de julio de 1955 a la estación de Magaz por lo que a Eutimio Núñez le encargó su padre ir a buscarles y llevarles hasta Soto.

 

En una época en que el transporte por la comarca era fundamentalmente en burro, Eutimio cogió el carro, tirado por una borriquilla, y se encaminó hacia la estación de Magaz. Allí vio a dos señores que bajaban del tren y supuso que serían el ingeniero y el capataz principal. Les preguntó, ellos le respondieron afirmativamente y a su vez le preguntaron si él era el taxista que acudía a recogerlos para llevarlos a Soto. La respuesta de Eutimio fue “si, ahí tengo el taxi”, señalando el carro y la burra. Viendo semejante taxi, pusieron cara de asombro, hasta el punto de que Eutimio tuvo que tranquilizarlos: “no se preocupen, que en 20 minutos estamos en Soto”.

 

En el carro puso un saco de paja a modo de banqueta para que fueran sentados en él. Cuando ya estuvieron sentados le dio con la fusta a la borriquilla para que empezara a correr. Tanto corría la burra que, lívido, uno de ellos acertó a decir “ay, no le pegue usted tanto, que corre mucho y me mareo”.

 

Las obras de acometida del riego en Soto comenzaron en agosto y fue el propio Eutimio quien con dos mulas y un carro viejo se encargó de llevar el cemento y el agua para hacer el hormigón utilizado tanto para las regueras como para el canal.

 

Para realizar la obra fue contratada una cuadrilla de trabajadores de Baltanás que tenían fijado un jornal diario de 16 pesetas por cabeza, aunque si realizaban más labor que la estipulada cobraban el equivalente a día y medio, por lo que trabajaban a destajo. Algunos de esos trabajadores no contaba con más comida que la fruta que cogían por el camino, y otros apenas llevaban una tortilla fina.

 

Algunos se quedaban toda la semana a patrona en Soto y los sábados regresaban a Baltanás.