SAN JUAN. ENTRE LEYENDAS, FUEGO Y AGUA
Al ser el Cerrato una comarca eminentemente agrícola, muchas localidades celebran la fiesta de San Juan. Además de dedicada al profeta cristiano, esta festividad está ligada a los ciclos de la naturaleza y de la vida, con el sol en su cenit. En el campo comienza la recolección y para todos una etapa nueva, el verano. Por ello se venera al sol, que comienza a declinar.
Dos elementos, el fuego y el agua, son protagonistas. El fuego, como elemento purificador, para “quemar” lo inservible, lo viejo, y en general todo lo negativo, con el deseo de dar paso a lo nuevo. Y el agua como fuente de salud y fertilidad.
Ello ha propiciado refranes con el sol y el agua como protagonistas. Así por ejemplo en Astudillo se dice “por San Juan, al sol se cuece el pan”, y en Espinosa de Cerrato “agua de San Juan, quita vino y no da pan” (referido a la lluvia en estas fechas).
Por la misma razón proliferan esa noche las hogueras (con leña llevada con bueyes antiguamente), quemando en ellas lo viejo y negativo, con la gente bailando al ritmo de las llamas para que la salida del sol nos pille danzando, como danzando dicen que sale el sol en la noche más corta del año.
La magia vive y se hace presente esa noche, con los mozos y mozas como principales protagonistas de los actos festivos que en prácticamente todos los pueblos finaliza con una chocolatada.
Los mozos iban a por ramas y flores con las que hacer enramadas para, tras rondar, ponerla en la puerta, ventana o balcón de la casa de su novia o de la moza que pretendían. Incluso en localidades como Esguevillas de Esgueva les ponían ramilletes de cerezas dulces.
En sentido contrario, a las mozas a las que querían reprochar ser muy antipáticas les ponían zarzas de espinas (en Esguevillas de Esgueva), cascarrones (en Cevico de la Torre), cardos (en Torresandino), etc.
Como características específicas significativas cabe citar que en Valdecañas los festejos se prolongaban durante 7 días, en los que mozos y mozas salían al atardecer a recorrer las calles con cencerros, cazuelas y esquilas.
En Valdeolmillos eran unos músicos, a los que la gente les daba la propina, los que iban recorriendo el pueblo dando la serenata. El día de San Juan los vecinos se ponían pañuelos en la cabeza, iban a buscar al alcalde y salían en procesión danzando al santo y tocando las castañuelas. Por la tarde continuaba el baile en las eras y por la noche en el salón de Petronilo, que tenía un pianillo (hasta que llegó la época del tocadiscos), y así estaban hasta que amanecía.
En Población de Cerrato se cogían gamones en el páramo y de vuelta al pueblo se les arrojaba a la gente. En Castrillo Tejeriego el concejo daba un refresco a los vecinos.
La anécdota más curiosa ocurrió en Villalaco. Un año, tras hacer la hoguera, las chicas se encargaron de hacer el chocolate mientras los chicos iban a buscar nidos para coger pájaros para merendar el día siguiente. Las chicas aprovecharon esa ausencia masculina para prepararles una broma cruel: cogieron boñigas de caballos y mulos, las rebozaron en harina y las pusieron en una bandeja como si fuera un dulce tipo polvorón. Cuando regresaron los chicos, ellas les invitaron a probar el “dulce”. Tras el primer bocado todos lo escupieron apresuradamente.
AGUA MILAGROSA
En torno a esta festividad hay dos hitos en la comarca del Cerrato. Uno, por antonomasia, le ermita de San Juan de Baños. Y el otro una leyenda localizada en el Valle del Esgueva. Ambos tienen como protagonistas, en distinta medida, la leyenda y el agua.
Las condiciones geotérmicas del subsuelo cerrateño hacen que sus aguas sean muy adecuadas para baños termales, por lo que existieron unas termas romanas. Así lo recuerda el nombre de la localidad de Baños de Cerrato, en la que existe un manantial del que se dice que su agua sulfatada sódica tiene propiedades descongestionantes y purgantes.
Ello ha alimentado la leyenda según la cual el rey visigodo Recesvinto, que tras batallar con los vascones pasaba por este lugar camino de Toledo, sufrió una litiasis renal, siéndole recomendado que bebiera agua del manantial. Así lo hizo, desapareciéndole la litiasis. En agradecimiento a lo que consideró una curación milagrosa ordenó construir allí una basílica visigoda dedicada a San Juan Bautista. Otra versión de la leyenda indica que la decisión de construir la basílica la tomó Recesvinto en agradecimiento por salir ileso de una tormenta con gran aparato eléctrico que fulminó a su caballo un día que se encontraba cazando jabalíes en el Cerrato.
En la decoración de la basílica aparecen figuras idénticas a las de la corona de Recesvinto y sobre el arco triunfal existe una placa de mármol con la siguiente inscripción:
Precursor del señor, Mártir, Bautista Juan, posee el eterno don esta basílica para ti construida; la cual devoto yo, Recesvinto Rey, yo mismo amador de tu nombre, te he dedicado, erigiéndola y dotándola a expensas mías y dentro del territorio de mi propia heredad en la era 699, año décimo tercero de mi glorioso correinato.
Esa fecha permite considerarla el templo más antiguo de la península Ibérica (construida en el año 699 de la Era Hispánica, que equivale al año 661 del cómputo actual) y actualmente declarada Monumento Nacional, siendo la representación más genuina del arte visigodo, con sus filigranas, ventanas de celosía, su arco de herradura visigodo, etc., y en su interior un capitel corintio.
En una reforma del suelo de la basílica apareció una baldosa con la huella de una mano, y la leyenda cuenta que es la huella de la mano de Recesvinto y que los visitantes que pongan la mano y les coincida con la huella tendrán buena suerte.
Curiosamente una escultura de alabastro del Siglo XV representando a San Juan Bautista no está ubicada en la basílica sino en otra iglesia de Baños de Cerrato, San Martín de Tours. Al parecer, esta escultura fue fracturada en dos partes en 1808 por soldados franceses.
El manantial fue convertido en fuente, mediante sillería caliza de la que aún se conservan dos arcos de herradura y restos de la cisterna en la que se realizaban baños por inmersión. Es una de las pocas obras arquitectónicas de carácter civil hidráulico prerromanas. Está declarada monumento histórico-artístico y se la conoce como la Fuente de Recesvinto. Con el reclamo de sus propiedades medicinales, muchas personas beben su agua.
No en vano en la época romana hubo en la zona un templo dedicado al dios Esculapio, en la mitología griega denominado Asclepios, dios de la medicina, al que se atribuye el don de la sanación por su conocimiento de las plantas medicinales.
A Asclepios, hijo de Apolo, la mitología le atribuye la potestad de resucitar a los muertos, virtud que no le gustaba nada a Zeus, por lo que hizo resucitar a Hipólito para que le matara con un rayo. Apolo reaccionó matando a los cíclopes que habían fabricado el rayo. Asclepios ascendió al cielo convirtiéndose en una constelación.
Se dice que de Asclepios descendió la familia de Hipócrates, que da nombre al juramento hipocrático que profesan los médicos sobre la ética que debe inspirar su actividad. Hipócrates fue considerado como el primer médico que rechazó las creencias y supersticiones populares que atribuían las enfermedades a castigos divinos, separando por tanto medicina de religión.
También muy cerca de la basílica los arqueólogos localizaron el ara de las ninfas, con una inscripción de carácter votivo dedicada a las diosas benéficas del manantial que dice: NVMINI SACRVUM VOTO SOL-TO (al numen del manantial, voto cumplido).
En el lugar se han encontrado restos de villas romanas y una necrópolis medieval con 58 tumbas y objetos como broches de cinturón y otros destinados a liturgias.
Recesvinto fue el rey que promulgó en 654 el Liber Iudiciorum, conocido como código de Recesvinto, que establecía un derecho igual y unitario para todos los súbditos del reino acabando con la dualidad que suponía aplicar el derecho consuetudinario a los godos y el viejo derecho romano a los habitantes hispano-romanos.
También emprendió una cruzada antijudía, desterrándolos del reino y declarando delito capital cualquier práctica religiosa judía (festividades, shabat, restricciones alimenticias, etc.), bajo pena de morir en la hoguera o lapidado, al igual que si testificaban contra un cristiano aunque éste fuese un esclavo. Quien sin ser judío ayudara a estos, sería excomulgado y se le confiscaría la cuarta parte de sus bienes.
Tras la muerte de Recesvinto se desataron las hostilidades entre los caballeros que pretendían sucederle. Según la leyenda reflejada por Roberto Gordaliza en su obra “Historias y Leyendas Palentinas” (editorial Cálamo), estos enfrentamientos preocuparon a nobles y obispos, hasta el punto de pedir consejo al Papa, quien vaticinó que el sucesor en el trono sería quien estuviera labrando la tierra con dos bueyes, uno blanco y otro negro. Pasó mucho tiempo sin que nadie lo encontrara, hasta que finalmente apareció en Andalucía un labrador con esa circunstancia. Llevado ante la Corte el 21 de Septiembre de 672, en la localidad vallisoletana de Gérticos, donde había fallecido Recesvinto, se negó en redondo a abandonar su vida tranquila en el campo, por lo que para zafarse de la insistencia del ofrecimiento cogió lo primero que vio, que fue la vara de atizar la chimenea, y dijo que solo si esa vara florecía aceptaría ser rey, con la seguridad de que le dejarían marchar. Pero en breves instantes la vara floreció, y el campesino se convenció a sí mismo de que era el elegido para ser el nuevo rey.
Este rey fue Wamba, y desde entonces Gérticos pasó a llevar su nombre, pese a que su coronación se produjo un mes más tarde en Toledo.
Su reinado fue un tanto turbulento, plagado de luchas internas entre nobles, nobles contra la monarquía, arrianos contra católicos, hispanorromanos contra visigodos, nuevas rebeliones vasconas, y los atisbos de las primeras llegadas árabes por el sur de la península. Y tras su muerte comenzó la decadencia visigoda.
En la actualidad la festividad de San Juan se celebra en Baños de Cerrato por todo lo alto, como corresponde al protagonismo de esta localidad en la efeméride. La mítica noche de San Juan una monumental hoguera junto a la ermita eleva al cielo unas interminables llamas mientras los presentes cantan El Trébole y bailan en corro alrededor del fuego. Al final de la noche, cuando la hoguera se ha convertido en apenas unas brasas, es típico saltar sobre ellas.
El fin de semana más próximo a la festividad, tiene lugar una feria recreando la vida de la época visigoda. La música, el vestuario, la artesanía, la gastronomía, los oficios y en general su forma de vida queda representada.
Una vez al año, naturalmente en San Juan, se celebra en la ermita una misa por el rito hispano visigótico-morázabe, por el que el pan que Jesucristo ofrece a los apóstolesse divide en nueve partes que representan los misterios de la vida de Cristo: Encarnación, Nacimiento, Circuncisión, Aparición, Pasión, Muerte, Resurreción, Gloria y Reino, y la eucaristía se desarrolla en forma de diálogo entre el sacerdote y los fieles.
LA CUEVA DE LA MORA
La leyenda localizada en el Valle Esgueva me la contó el profesor Mariano Diez Loisele. Con posterioridad la he escuchado en otras localidades, lo que indica que es un terma recurrente en el imaginario popular.
La leyenda estaría localizada en una encrucijada entre Esguevillas de Esgueva, Piña, Villafuerte y Castrillo Tejeriego, lugar en el que según el libro “Las Ruinas de Dios”, de Gonzalo Martínez Diez, existía un poblado denominado Alcubilla de Valdesgueva, y junto a él el Pico de la Alcubilla.
Este pico presenta restos que delatan la existencia pretérita de una fortaleza o al menos una torre de defensa. No es de extrañar, ya que la zona fue escenario de escaramuzas entre cristianos y árabes y que el lugar es un punto estratégico desde el que se divisa por un lado hasta Valladolid y por el otro hasta Encinas.
Esta torre de defensa podría haber pertenecido a los árabes. De hecho la palabra “alcubilla” es una palabra árabe que significa gran arca, o gran depósito de agua.
La leyenda cuenta que en la ladera del pico de la Alcubilla hay una cueva en la que habita el fantasma de una mora que allí vivió, y cada año el día de San Juan sale de la cueva y a través de un pasadizo secreto baja hasta el río Esgueva a coger agua para todo el año, almacenándola en ese gran depósito que da el nombre de Alcubilla. El día de San Juan los niños quedaban para ir a ver si la mora salía a por agua.
Esta leyenda tiene una base literaria, ya que Gustavo Adolfo Bécquer escribió la “leyenda de la cueva de la mora”, en la que habla de una fortaleza árabe que fue conquistada por los cristianos, y una mora, la hija del alcalde de la fortaleza, se enamoró del capitán de los cristianos y se quedó allí con él. Los musulmanes respondieron sitiando y asaltando la fortaleza, logrando herir al capitán de los cristianos. Ante ello la mora ocultó a su amado en un pasadizo secreto que conducía hasta el río para poder salir a por agua para aliviarle la fiebre que le causaban las heridas. Salía por la noche con el casco del guerrero, y en una ocasión recibió el impacto de una saeta. La mora, herida de muerte, entró en la cueva y allí murió, sin que nadie la encontrase. Desde entonces su espíritu sale a por agua todos los años el día de San Juan.
La similitud de la leyenda de Bécquer con la del Pico de la Alcubilla es grande. Además las características del entorno que describe Bécquer coinciden: cuenta que cerca de ese monte había unas viñas, y precisamente la zona de Piña que está justo debajo del pico de la Alcubilla se llama Valdeviñas. Todo parecía apuntar que Bécquer se inspiró en esta zona para su leyenda, pero el propio Bécquer indica que se inspiró en el río Alhama, en la provincia de Soria.
El magnífico blog de Mariano Diez Loisele (del que están sacados los siguiente datos), cuenta que existe otra versión de la leyenda que indica que la mora no se enamoró del capitán de los cristianos sino de un capitán bereber de la guardia de su padre, y que fue este quien falleció al recibir el impacto de una ballesta lanzada por las fuerzas cristianas. Cuando los árabes abandonaron la fortaleza la mora decidió quedarse allí, junto al cadáver de su amado. Y desde entonces se la ve (a su espíritu) salir por las noches a por agua con un cántaro.
Sea como fuere, la leyenda se convirtió en vox pópuli.
En el año 1181 se estableció en el lugar la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, cuando Alfonso VIII la desalojó de Matallana para establecer allí un monasterio cisterciense. Los caballeros de esta Orden, mezcla de monjes y guerreros y grandes enemigos del Islam, se propusieron combatir la leyenda de la mora, calificándola de mera fantasía y amenazando con juzgar por brujería a quien creyera en ella.
Pero la amenaza tuvo el efecto contrario: aumentó la creencia en ella y con ello los conflictos. Una noche de San Juan un vecino, apuntando al pico de La Alcubilla, dijo estar viendo a la mora. La “visión” se propagó como la pólvora y la muchedumbre a coro afirmaba verla también. A la mañana siguiente los caballeros de la Orden no se anduvieron con chiquitas, ascendieron al pico y destrozaron los muros (ya ruinas) de la antigua fortaleza y taparon la entrada a la cueva, obligando a los habitantes a secundarles en la labor, prohibiendo además volver a hablar en público de la leyenda bajo pena de grandes castigos.
La Orden de San Juan de Jerusalén siguió la estela de la reconquista y a medida que esta avanzaba los caballeros se fueron desplazando hacia el sur de la península, por lo que abandonaron el lugar. Pero la represión sobre los habitantes a cuenta de la leyenda no acabó, ya que el 1 de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV instauró la inquisición mediante la bula “Exigit sincerae devotionis affectus”, y con ella la creencia en la leyenda volvió a ser perseguida. De hecho en Esguevillas existió la figura de Familiar de la Inquisición, que a cambio de prebendas delataban a vecinos ante el Santo Oficio, pudiendo el acusado acabar en la hoguera.
También de Esguevillas era Gaspar Gallego López (y su mujer, María Pina Martínez, de Población), elegidos ambos por su “fe recta y limpieza de sangre” para viajar a las tierras de Hispanoamérica acompañando al virrey
Vecinos de Esguevillas, picados por la curiosidad, han buscado la cueva en el Pico de la Alcubilla. Pero sin rastro que delatara la existencia de la mora.