POR LA PUERTA GRANDE
Varias localidades cerrateñas celebran sus fiestas por San Pedro, 29 de junio. Entre ellas Royuela de Río Franco, donde siempre ha habido unas fiestas muy espléndidas, que concitaban la presencia de masiva de forasteros y en las que nunca faltaba tiro al plato, pese a que en una ocasión casi matan a uno de sus vecinos, Policarpo.
Sin embargo a mediados de la década de los 70 del siglo pasado la iglesia de la localidad necesitaba una reparación en su caldera, y para financiar la obra incluyeron en el programa de fiestas una corrida de toros, cuya recaudación, a 100 pesetas la entrada, iría íntegramente a dicho fin. Para ello instalaron una plaza portátil, de madera, registrándose un lleno hasta la bandera.
Para que un festejo de estas características pudiera celebrarse es preceptiva la presencia de una ambulancia, médico y Guardia Civil, así como que participara al menos un torero profesional. Cumplidos todos esos requisitos, se abrió un plazo para que se inscribieran los mozos que desearan participar en la corrida, siendo finalmente seis los inscritos.
El día de la corrida llevaron dos toros, uno para el torero profesional y otro para los mozos del pueblo. Estos fueron revolcados uno tras otro por el morlaco en cada quite. La ambulancia no daba abasto evacuándolos al hospital. Uno de ellos permaneció lesionado todo el verano.
Todos los mozos menos uno. Constantino González, que actuó con el sobrenombre de “El Tordo”. Y como el resto estaban ya en el hospital tuvo que encargarse él solo de la lidia. Envalentonado, echó las rodillas al suelo para poner las banderillas (“esto no lo hace ni El Cordobés”, comentaría después), y a la hora de matar lo hizo a la primera, haciéndose acreedor de las dos orejas y el rabo. En contraste, el torero profesional fracasó en su faena, necesitando innumerables intentos para matar.
Cuando finalizó el festejo “El Tordo” salió por la puerta grande. Al salir, el torero profesional le preguntó si había toreado alguna vez antes, y al responder que no se extrañó y le dijo que era el mejor torero que había visto en la provincia de Burgos. A partir de ese día recibió muchas ofertas para torear, pero no lo hizo.
El salir indemne del trance le salvó la cosecha, pues era agricultor y de haber tenido algún percance hubiera tenido que desatender el campo por un tiempo.
Pero al poco tiempo dejó el campo y se marchó a trabajar a Barcelona. Estando allí recibió el cartel de otra corrida con vaquillas, en la que ya le habían puesto a él como torero, dando por hecho que desearía participar. Pero él pidió dinero para hacerlo y como no se lo aseguraron no aceptó. No obstante el cartel en el que ya habían puesto su nombre lo colocó en la plaza de toros de Barcelona.
Estando en Barcelona, Constantino visitó El Corte Inglés, y vio un cartel de propaganda indicando que allí podría encontrar cualquier cosa que necesitara. Quiso hacer la prueba, estando seguro de que no era así. Siendo como era un hombre ligado a la agricultura en su época del pueblo, pidió que le sacaran un ubio de aricar, y el dependiente de El Corte Inglés no tuvo más remedio que preguntar “¿eso qué es?”y él zanjó la conversación con un lacónico “¿no dicen que aquí tienen de todo?”.
Después de aquello, no volvió a haber toros en Royuela de Río Franco.