DE LA CORBATA A LA BATA Y DE LA ESCULTURA A LA ALTA COSTURA.
En Tariego de Cerrato, como en muchos otros pueblos, los niños se entretenían con juegos que en la época actual sorprenderían. El hinque, la bombilla, carreras con cartones… eran juegos muy populares. No menos habitual era tirarse arrastrando el culo por algún desnivel, a ser posible embarrado para que resbalara mejor, y si estaba muy seco meaban para que estuviera húmedo y resbalara bien. Más fuerte aún, mezclar azufre con clorato de potasio y dar con una piedra para que explotara.
También recibían bromas. Una de las más habituales, la denominada “el nivel de bolas”. Cuando los niños iban creciendo, el afán de sentirse útiles hacía que fuesen al campo a “ayudar” a los mayores, y estos les pedían que fueran al pueblo a pedir a algún vecino el nivel de bolas, que lo necesitaban. Los niños, sin saber ni lo que era, salían zumbando a para cumplir el encargo. El vecino al que se dirigían, al escuchar lo del nivel de bolas ya sabía que el pequeño era víctima de una broma y le decían “ahora te lo doy”. Sin que le viera, llenaba un saco de piedras y se lo daba, y los críos volvían con todo el peso creyendo que habían sido útiles llevando el nivel de bolas.
De más mayores, las cuadrillas comenzaban a frecuentar las bodegas para hacer meriendas y beber. En una ocasión una cuadrilla bebió más de la cuenta, y al irse cerraron sin percatarse de que uno de ellos se había quedado dentro. Al rato, todos se preguntaron “¿dónde está Pepe Luis?” Se había quedado dentro de la cuba del mosto, dormido, y allí estuvo toda la noche.
En otra ocasión, tras haber estado bebiendo fueron a las eras y a uno se le ocurrió atarse una cuerda al pie y atar el otro extremo a una viga de la caseta. Comenzó a tirar, tirar, tirar… y según tiraba se le iba levantando la pierna, hasta acabar colgado, boca abajo, sin poder descolgarse.
En este ambiente vivió Saturnino Aguado, a quien todo el mundo conocía como Nino Valero porque su padre se llamaba Valero y cuando a él le llamaban Nino decía, con lengua de trapo, “no tero Nino, tero Valero” (no quería que le llamaran Nino, sino Valero como a su padre).
Estaba un vecino de Nino intentando meter al burro en la cuadra, pero cuando un asno no quiere entrar es muy difícil conseguirlo, pues se ancla de patas y no hay quien lo mueva. Nino que lo vio, se metió debajo del pollino y levantándole prácticamente a hombros logró meterlo en la cuadra. La anécdota sirvió para que Nino recordara con frecuencia: “no veas lo que era yo de joven”.
A un hijo de Nino, José Miguel Aguado Pérez, siempre le rondó por la cabeza ser escultor. Modelar hierro, madera… Pero dedicarse a la escultura suponía una vida bohemia que temía que su familia no viera con buenos ojos, por lo que buscó otra salida laboral. Primero intentó sin éxito la carrera militar, luego estudió informática en Valladolid y finalmente trabajó de comercial varios años.
Pero la afición a la escultura le tiraba cada vez más. Se matriculó en la Escuela de Arte para aprender técnica escultórica y realizó prácticas con un escultor de Valladolid. Hasta que dio el salto: cambió la corbata (de comercial) por la bata (de escultor), dándose de alta en autónomos como Artista.
Su estancia en la Escuela de Arte le deparó varias anécdotas. Desde reencontrarse con un amigo de la infancia al que había perdido la pista y que estaba allí de profesor, hasta las risas por lo acontecido con una compañera que como trabajo de curso se planteó diseñar un gato de resina trasparente y en su interior los huesos de un gato de verdad. Buscó un gato muerto en una carretera y se dedicó todo un fin de semana a desmembrarlo y limpiar cada huesecillo, para unirlos, insertarlos en el molde y hacer la colada de la resina. Pero tras limpiar los huesos, soportando el olor que tenían, les dejó secándose y el perro que tenía se los comió. Tuvo que buscar otro gato muerto.
José Miguel realizó una primera exposición utilizando sobre todo hierro y piedra. La pieza que más gustó fue un bonsai de hierro con una peana geométrica y muchas ramas. Tras esta exposición, fue descubriendo caminos y materiales nuevos, y profundizando en los clásicos.
Tiene como máxima que no debe considerarse arte a cualquier objeto sacado de su contexto sin más, sino que se precisa la confluencia de inteligencia, habilidad, trabajo y esfuerzo.
Acude a reuniones de escultores, con vistas a hacer una asociación, y juega a su favor el hecho de que actualmente su mercado es global, pues con Internet su obra se puede ver en todo el mundo.
Y DE LA ESCULTURA A LA ALTA COSTURA
Otra cerrateña que sintió pasión por la escultura fue Ana María Salvador Martín, de San Martín de Valvení. En 2008, tras acabar los estudios de bachillerato se matriculó también en la Escuela de Arte de Valladolid, modalidad escultura, pero la falta de salidas le hizo cambiar de rama artística: puesto que su abuela y su madre cosían y le habían inculcado la pasión por la costura, y aprovechando los ahorros que había acumulado compaginando los estudios de Escultura con su trabajo en una panadería, en 2010 se va a Burgos a estudiar Diseño de Moda.
Con el título en el bolsillo trabajó para tiendas de ropa, y creó su propia firma,“Salvador Martín”, con la que obtuvo el Premio de Joven Diseñador de la Pasarela de Castilla y León 2015. La colección con la que lo ganó (denominada Petrita, por su abuela) fue muy original: tela alpujarreña y franela fría imitando las telas de las puertas de los pueblos castellanos, con estampaciones de la iglesia de San Martín de Valvení. Y como complementos bolsos de epoxi y pendientes de plata con incrustaciones de vidrio.
Este premio la reportó un contrato laboral con la diseñadora Fely Campo, en Salamanca, y que le llamaran de Asturias para hacer pasarelas: Asturias Fashion Week tenía tiendas pero no diseñadores, por lo que con la fama del premio pensaron en ella para las pasarelas de Oviedo, Gijón y Avilés, para las que diseña y expone colecciones dos veces al año, en abril y noviembre, con ropa pret a porter pero de diseño, no de serie.
En septiembre de 2018 le llaman de la serie de televisión “Toy Boy”, de Antena 3, para hacer vestuario de cine: atrezzos, acabados de las prendas de los actores, etc. Ello le obliga a establecerse en Málaga, donde continúa además con su actividad diseñadora, no descartando, en su fuero interno, que algún día algún actor o actriz importante pueda llevar ropa diseñada por ella.
En junio de 2019 participó en el Concurso de Jóvenes Diseñadores, celebrado en Granada dentro del evento “Granada Alta Cultura”, por el que durante toda una semana esta capital andaluza fue escenario de exposiciones, muestras, desfiles y otras actividades relacionadas con la cultura de la moda.
Ana María, que fue la única representante de Castilla y León en este concurso, presentó una colección de 8 look femeninos (abrigos, capas, chaquetas, faldas, monos, vestidos largos, etc.) ecosostenibles, realizados con tejido de rodeas, bayetas, paños…