PUYAS EN POBLACIÓN DE CERRATO
En Población de Cerrato, cuando llegaba el día de San Antón (17 de enero) las mujeres lanzaban puyas dirigidas a los hombres, lo que desencadenaba situaciones hilarantes, sobre todo si ellos respondían.
Las puyas eran versos cantados, con ánimo de picar al destinatario. No se circunscribían solo al día de San Antón ni tenían relación con esta festividad; ese día era simplemente una especie de inicio de temporada a partir del que se abría la veda para lanzar las puyas.
Las mujeres, sobre todo las jóvenes, se juntaban en grupos y subían al pago denominado San Boal, que es el montículo con más altitud del pueblo y desde el que se divisaban los viñedos. Allí esperaban a que pasaran los hombres, que solían ir a los viñedos a podar ya que la mejor época para la poda es en invierno, principalmente el mes de enero.
Cuando veían acercarse algún hombre por la carretera situada a pies del montículo le cantaban, comenzando “Allá va una puya para … (el nombre concreto de quien pasara)”, y le decían barbaridades del tipo “anda, hijo de…, vete a ver, que está tu mujer con el cura”, o frases procaces como “que se le levante, que se le levante”.
Les retaban a subir hacia donde estaban ellas, llamándoles gallinas si no lo hacían, e incluso se levantaban las faldas para provocarlos. Los más lanzados no se amilanaban y respondían bajándose los pantalones y enseñándoles sus partes, gesto respondido por las mujeres con gran jolgorio, aunque si alguno de los hombres hacía ademán de subir al montículo ellas se echaban a correr.
En una ocasión pasaba con un burro un hombre de Valoria la Buena y le tiraron rodando por la ladera una piedra de más de 10 kilos, que le impactó en un hombro provocando que se cayera del burro. El burro echó a correr y el hombre no podía articular palabra, pues era tartamudo y con la impresión del momento ni hablaba. Las mujeres se llevaron un gran susto pensando que le habían matado.
Con el tiempo estas puyas se han transformado y han quedado como un divertimento de todos, hombres y mujeres, profiriendo frases chuscas pero sin el ánimo provocador que en tiempos tuvieron.
Algún ejemplo que perdura de estas puyas:
“Allá va una puya detrás de un adobe,
para que cuando vaya a mear se le doble”.
“Allá va una puya detrás de un candil,
la que no está preñada está para parir”.
“A este pobre caminante
Dios quiera que no le falte
poco pan y poco vino.
la mujer con cagalera
y en la cama una gotera”.
Parece ser que en Población de Cerrato el ánimo lascivo estaba a la orden del día, sin duda fruto de un ambiente sano, distendido y de confianza, pues Carlos Moratinos, que se dedicaba a ir con un burro vendiendo fruta por los pueblos de alrededor, acuñó una cancioncilla que decía:
“Al cura de Vertavillo
se le ha roto el pantalón,
se le ve el calzoncillo
y el mango del azadón”.