EL PAVO DE LA TIA BARULA

 

 

 

 

 

 

 

 

Se acerca el sorteo de la Lotería de Navidad, y viene a cuento recordar lo sucedido en Cubillas de Cerrato.

 

En esta localidad vivía allá por los años 80 una mujer de edad avanzada a quien todo el mundo conocía como la Tía Barula.

 

Llevaba una vida muy humilde. Era lo que se denominaba pobre se solemnidad.

 

 

 

 

 

Vivía de lo que sacaba haciendo de improvisada recadera, consejera, artesana… además de rebuscar donde consideraba que podía encontrar algo que le sirviera, y en última instancia de la caridad de sus convecinos.

 

Todos los años criaba un pavo para rifarlo por Navidad, como forma de sacar dinero con la venta de las papeletas. Ni que decir tiene que los vecinos de Cubillas respondían comprando todos ellos participaciones para ayudar a la Tía Barula.

 

Sin embargo debió pensar que criar un pavo para luego recibir únicamente el dinero de las papeletas para su rifa era escasa rentabilidad. Sería mucho mejor si además de recaudar el dinero de la venta de las papeletas pudiera comerse ella el pavo.

 

La idea la rondaba por la cabeza, hasta que maquinó cómo hacerlo realidad: se las ingenió para que desde entonces en el sorteo el pavo siempre le tocara a ella misma.

 

¿No vendía todas las papeletas porque no lograba colocarlas? ¿Se quedaba con alguna intencionadamente por si la suerte le sonreía y podía quedarse con el pavo?

 

Era ella la que organizaba la rifa, por lo que nadie sabía si había vendido la totalidad de las papeletas. En teoría, porque en la práctica todo el mundo sabía que sí las vendía todas ya que el vecindario las adquiría tanto para ayudar a la viejecita como para probar suerte y quien fuese agraciado con el pavo poder reservar el gallo de corral (que todos criaban) para alguna otra celebración relevante.

 

¿Pudiera ser que ni siquiera efectuara el sorteo para poder quedarse fraudulentamente tanto con la recaudación como con el pavo diciendo que le había tocado a ella misma?

 

Sea como fuere, siempre le tocaba el pavo ella. Y entre el dinero recaudado de la rifa y el pavo que se quedaba podía pasar las navidades aceptablemente para su situación. Acuciada por la necesidad, no disponía de muchos más recursos para poder sacar un dinerillo.

 

Quién más, quien menos, todos los vecinos fantaseaban con tener un pavo en su mesa por Navidad. Por ello, al ver que año tras año el pavo no salía de manos de su criadora, fueron espabilando y dejando paulatinamente de comprar las papeletas de la rifa.

 

Y de esta forma se forjó un dicho popular en Cubillas de Cerrato. La expresión “como el pavo de la Tía Barula” comenzó a utilizarse como sinónimo de pillería, de artimaña. La que tuvo esta anciana para burlarse de sus convecinos.

 

El insigne cubillero y maestro de periodistas Gonzalo Ortega Aragón disfrutaba contando esta anécdota, que él me trasmitió y yo transcribo.