VIAJANDO CON LOS MÉLIDA
Cementerio Viejo, Piñel de Arriba.
La primera vez que me apareces y encuentro tu apellido Mélida en alguno de mis antepasados en Cevico de la Torre, es en la persona de Alejandra Pérez Mélida, la abuela de mi madre.
Alejandra fue aquella mujer pequeña de cuerpo, y grande de espíritu que, a pesar de su pobreza, recogió en su cueva a su nieta de tres años al quedar huérfana tras la muerte de su madre Juana, su primogénita de veinticinco años, en el parto del cuarto hijo, criándola con los suyos hasta la muerte de su marido Pedro, el jornalero que traía el sustento al hogar excavado en la ladera que cobija al pueblo.
Tu Mélida le vino a Alejandra y a sus hermanos de Vertavillo, donde había nacido su madre, Ana María Mélida Beltrán, a las dos de la mañana del 9 de julio de 1848. Ese mismo día la bautizó Manuel Pinto en la iglesia. Se hizo ceviqueña cuando se casó con Antonio Pérez Ocasar, hijo de aquél Esteban Pérez que llegó al pueblo desde Revilla Vallejera, en la ribera burgalesa del Arlanzón.
La boda fue en Vertavillo, la víspera de la Asunción de 1869, y la ofició Manuel Puerto cura teniente, y beneficiado de preste de la parroquia de San Miguel. Ella acababa de cumplir 21 años, y él tenía 22. Vivieron en Cevico, donde él era bracero, y allí nacieron sus seis hijos.
Murió en Cevico el 18 de enero de 1918, a los 69 años, de cirrosis hepática en el Asilo de don Pedro Monedero Martín, que atendían entonces las “Hermanitas de los Ancianos Desamparados” donde estaba asilada. Un año antes, a los 70, había muerto su marido Antonio, de hemorragia cerebral en su cueva de “la calle” Cameros. Ninguno de los dos hizo testamento por ser pobres, y “no tener de qué”.
Regresamos de nuevo a Vertavillo para seguir conociendo a los antepasados que le transmitieron tu apellido a Ana María, y así sabemos que ella fue la mayor de los cuatro hijos que tuvieron Gerónimo Mélida Aguado y de Regina Beltrán Luquero. Los dos naturales de Vertavillo.
De los cuatro murió un niño llamado Benito, y sobrevivieron Ana María y sus dos hermanas Martina, e Isabel.
Gerónimo nació el 30 de septiembre de 1820. Fue el séptimo de ocho hijos; y Regina el 22 de abril de 1821. Los dos fueron bautizados al día siguiente por Miguel Antón, y Narciso Nieto respectivamente, curas de la parroquia. Se casaron muy jóvenes, ante el mismo párroco que bautizó a sus hijos, el 31 de octubre de 1841.
Regina murió con treinta y cuatro años, el 2 de septiembre de 1855, después de recibir los sacramentos. No hizo testamento. Manuel Pinto la enterró en el viejo camposanto. Treinta y cuatro años más tarde, el 20 de diciembre de 1889, y después de haberse vuelto a casar con María Barcenilla, murió Gerónimo. Tenía setenta años, y se dice que murió de bronquitis. Justo García Valderrama le dio la extremaunción y le enterró en el cementerio.
Los abuelos de Ana María, y padres de Gerónimo, también eran de Vertavillo. Él se llamaba Damián Mélida Esteban, y había nacido el 17 de septiembre de 1780. A los diez días le bautizó el mismo cura párroco que casó a sus padres. Ella se llamaba Engracia Aguado Salinero, había nacido dos meses antes, y en ausencia del párroco la bautizó el cura teniente Isidro Cartagena Mozo.
Se casaron el día de Nochevieja de 1800 ante Miguel Antón. Veinte años tenían los dos, y en el acta se hace constar que su oficio era jornalero.
El 6 de abril de 1824, después de recibir los sacramentos, Engracia murió en su octavo parto, después de recibir los sacramentos, y traer al mundo a su hija Ciríaca, que moriría el día 19. Tenía 43 años, y dejaba huérfanos a seis hijos, el mayor de dieciséis años, de los ocho que tuvieron. A las dos las enterró el cura Francisco Alba de limosna por ser pobres, y les hizo entierro menor.
Al subir a la generación anterior descubrimos que el padre de Damián no había nacido en Vertavillo, sino que era natural del cercano pueblo de Torre de Esgueva, a catorce kilómetros saliendo por la calle Real, pasando junto al pilón y el lavadero, y subiendo por el camino de los Carrucos y la Cabañona llegar al frondoso monte de la Tiñosa, que da al fin vista a Vertavillo, camino que tuvo que recorrer para encontrar a la mujer con quien formaría allí una familia.
El único pastor que queda en Torre estaba con su rebaño de churras a las afueras del pueblo, junto al viejo lavadero, y nos señaló la ruta. Su padre subía con el ganado al monte, nos dijo, hasta la raya de Vertavillo, donde se encontraba con Jesús, el único pastor que todavía hoy, a los setenta años, sigue “soltando” en ese pueblo vecino desde hace más de cuarenta años.
Este torraño, que traspasó el monte cambiando de provincia, se llamaba Felipe Mélida Bocos, y había nacido el 18 de abril de 1745. Felipe Pérez, el cura de la pequeña iglesia de Torre le bautizó el 1 de mayo, siendo sus parientes Bernardo y María de Mélida los que le sostuvieron en la pila para el agua bautismal.
Iba a cumplir veintidós años cuando se casó el 5 de abril de 1767 ante Manuel Sanz Córdoba, beneficiado de preste y cura de la parroquia de San Miguel. El padrino era de su pueblo, y la madrina de Vertavillo. La novia tenía dieciocho años, y se dio el hecho inusual de que Isidro de las Moras Gómez la bautizó con el nombre Ana María Esteban Fernández el 25 de enero de 1749, pero al recibir la Confirmación “se mudó el nombre por el de María Antonia”. Tuvieron diez hijos, el primero en 1768, la última en 1788. Cuatro murieron niños, y nuestro Damián fue el séptimo.
Felipe murió en Vertavillo el 14 de agosto de 1801 a los 56 años. No hizo testamento. Debía ser un hombre piadoso, pues recibió todos los sacramentos, y a su entierro acudieron las tres Cofradías de las que era hermano, la de S. José, Santa Cruz, y la de las Ánimas. Miguel Antón le enterró en la iglesia con entierro mayor.
Su mujer murió el 21 de enero de 1807, después de haber hecho testamento ante Rosendo Silva, escribano del pueblo. Narciso Nieto le administró los sacramentos, y la enterró también en la iglesia con entierro mayor, y asistencia de la Cofradía de la que era hermana. Sus herederos fueron sus cinco hijos vivos, y los nietos de Alonso, que había muerto a los 33 años en octubre de 1805.
Felipe era hijo de Diego Mélida Rey, que había nacido también en Torre, el 24 de febrero de 1718, y de Catalina Bocos Rojo, nacida en Canillas de Esgueva en enero de 1719, a tan solo siete kilómetros en la margen izquierda del Esgueva, cruzándolo por su hermoso puente de cuatro ojos. Manuel Ibáñez, el cura de la pequeña iglesia de San Miguel levantada en lo alto del cotarro donde se excavaron las bodegas que la rodean, la bautizó el día 20 de dicho mes, festividad de San Sebastián.
Se casaron el 29 de mayo de 1742 en el pueblo del novio, donde fijaron su residencia. Felipe fue el segundo de los nueve hijos que tuvieron, y Felipe Pérez, el cura que celebró su matrimonio, fue bautizando a todos sus hijos, a tres de ellos en casa, dice que por “extrema necesidad”.
Cuando Catalina murió el 26 de julio de 1790, ya solo vivirían tres, pues solo tres figuran como herederos en el testamento que hizo ante Clemente Andrés, escribano del pueblo: Felipe, Alfonsa, e Isabel. Había recibido los sacramentos y como era la costumbre entonces, fue enterrada en la iglesia. Encargó además 20 misas por su alma, y un responso sobre su sepultura durante el primer año, alumbrándola con tabla de cera y una candela.
Diego murió el 21 de diciembre de 1796. Recibió los sacramentos, pero no hizo testamento, por lo que su hijo Felipe, y su yerno Lorenzo Gómez, el marido de Alfonsa, dispusieron el entierro en la iglesia y los oficios oportunos con asistencia de las Cofradías de las que era “hermano”. Ya no se menciona como heredera a Isabel, por lo que quizá sólo vivieran entonces los dos hijos mayores.
Tras las huellas de tus Mélida, estamos viajado por pueblos del Cerrato siguiendo los pasos de los que nos legaron tu apellido. En Torre, en el acta del bautismo de Diego, -¡qué inestimable trabajo, y nunca suficientemente valorado, realizaron los curas de aquellos pueblos para conocer nuestros ancestros!-, con fecha de 13 de marzo de 1718 Francisco Díez escribe que el padre del niño es natural de Piñel de Arriba, siendo el padrino su abuelo paterno, del que recibe el nombre, también natural de Piñel. La madrina fue María del Rincón, su abuela que era de Torre de Esgueva.
Se llamaba este hombre Francisco Mélida del Rincón, y sí, encontramos que el 17 de octubre de 1692, el Licenciado Antonio Esteban Ramírez, cura y Beneficiado de la preciosa iglesia gótica de San Juan Ante Portam Latinam bautizó aquí, en Piñel de Arriba, a este niño que había nacido el día 1.
Iglesia de Piñel de Arriba y el Autor del Artículo
Piñel de Arriba, igual que su cercano homónimo de Abajo, se encuentra asentado en un pequeño valle por el que discurre el arroyo Piñel, que arranca por el sur en Pesquera de Duero, asentada en la margen derecha del río, y asciende suavemente hasta los 900 metros del páramo, en cuya ladera, calva y rala se asienta y cobija, dando vista por el otro lado del páramo al valle del río Esgueva.
Por esa carretera que une el Duero con el Esgueva encontramos tres bifurcaciones con destino a tres de sus pueblos: Castroverde de Cerrato, Encinas, y Canillas de Esgueva, siendo los dos Piñeles pueblos de paso en la denominada “Ruta de los Castillos” que une los de Villafuerte, y Encinas al norte, con los de Peñafiel, y Curiel de Duero al sur.
Era un niño Francisco cuando con sus padres y su hermana Bernarda, nacida en 1695, recorrió los once kilómetros que hay desde Piñel de Arriba, en el extremo sureste del Cerrato, hasta Torre de Esgueva el pueblo de donde era su madre, y donde fijarían definitivamente su residencia. En Torre vivían ya en 1701, pues el día 8 de enero el licenciado y preste Francisco Díez bautizó a Lucía, la primera de los que allí nacieron. Después vendrían Ana, María, Manuela, y Diego entre ese año, y 1714.
En Torre creció, trabajó el campo, y se hizo hombre Francisco, hasta que el 23 de abril de 1716, con veintitrés años se casó con María Rey Gómez. Habría fiesta grande ese día en Torre, pues hubo boda por partida doble en la iglesia, ya que con ellos se casaron también sus hermanos Simón Rey Gómez, y Bernarda Mélida del Rincón.
María, con poco más de treinta años, y habiendo traído al mundo cinco hijos entre 1718 y 1727, murió el 13 de julio de 1729, habiendo recibido los sacramentos. No hizo testamento por ser pobre y no tener de qué. El cura que los casó la enterró en la iglesia, y le dijo por su alma las veinte misas rezadas que le encargó su marido.
Francisco, viudo con 39 años recién cumplidos, se volvió a casar a los dos años, con Ambrosia Treviño Martín, una viuda de 31 años de Encinas de Esgueva. La boda fue en Torre el 10 de noviembre de 1731, y su padre, de cincuenta y nueve, asistió como testigo al acto.
El 23 de diciembre de 1768, a los 76 años de edad, murió de forma repentina, por lo que solo hubo lugar a que el cura le administrase la Santa Unción, y no los demás sacramentos. Pobre de solemnidad, Pedro Esteban le enterró con misa de cuerpo presente en la iglesia.
Ya vimos que el padre de Francisco, abuelo y padrino de su hijo Diego, se llamaba Diego Mélida Sanz. Nació en diciembre de 1671, y en ausencia del cura de su pueblo, subió a bautizarle el de Piñel de Abajo el día 5. Fue padrino su abuelo materno, Francisco Sanz Fernández, que era vecino de Piñel de Abajo.
Buscó este Diego esposa también en Torre de Esgueva, y como solía ser habitual, la boda fue en el pueblo de la novia. Allí se casó a los veinte años con María del Rincón de la Fuente el 7 de mayo de 1691, una joven de ese pueblo catorce meses más joven, aunque vivieron por un tiempo en Piñel de Arriba, donde nacieron los dos primeros hijos, antes de asentarse al fin en Torre, donde nacieron, vimos, los otros cinco.
María murió a los 64 años, después de haber hecho testamento ante el notario Pedro González, y recibir los sacramentos para bien morir, como buena y fiel cristiana. Tal como en él dispuso, Francisco Díez la enterró en la iglesia con misa de cuerpo presente, y le dijo las 48 misas que mandó por su alma. Siendo testamentarios su marido, y su hijo Francisco.
Diez años después, en agosto de 1747, y también sacramentado murió Diego. Había testado ante el notario Fernando Conde. Se le enterró en la iglesia como era su voluntad, y en los días siguientes le hicieron novenas, y misa de honras, y hasta el cabo de año mandó llevar sobre su sepultura “una cuartilla de pan, y una tabla de cera” para un responso, también que se dijeran 50 misas por su alma y obligaciones. Quedaron como testamentarios para dar cumplimiento al testamento el cura y su hijo.
Este Diego tuyo era hijo de Blas Mélida Sanz, un jornalero natural también de Piñel de Arriba, que debe su nombre al santo del día en que le bautizó Juan Bocos el 3 de febrero de 1641. Sus abuelos maternos Juan y Juana, vecinos del de Abajo, fueron sus padrinos en la pila bautismal, y fueron avisados del deber contraído en su educación cristiana.
El día del Pilar de 1665 se casó con Ana Rodríguez Miguel, una joven de dieciocho años de la que enviudó al poco tiempo, pues se casó en segundas nupcias con Francisca Sanz Pascual, siete años más joven, nacida en Piñel de Abajo el 26 de abril de 1648, debiendo correr peligro su vida, pues fue bautizada de socorro en casa ese mismo día.
No he encontrado el matrimonio en ninguno de los dos Piñeles, pero si el primogénito Diego nació en 1671, bien pudo ser en 1670. Tampoco es posible datar la fecha del fallecimiento de ambos, pues las defunciones no empiezan a datarse en ese pueblo hasta la tardía fecha de 1760. Sí sabemos que el último de sus hijos fue Francisca, que nació en 1683.
Con la madre de Diego, y segunda mujer de Blas tu apellido me lleva a Piñel de Abajo un pueblo que se asienta rodeando un pequeño promontorio, donde a 800 metros se levanta el esbelto cuerpo de su iglesia del siglo XVI dedicada al joven mártir San Pelayo, a la que se accede por una escalinata, y que rodea una barbacana alrededor del cual se excavaron las bodegas.
Ayuntamiento de Piñel de Abajo
Desde la iglesia, bajando por la calle de la Audiencia, se llega a la Plaza Mayor, donde está el ayuntamiento, un edificio porticado de dos plantas levantado sobre siete arcos de medio punto. Desde allí, por la calle Mayor alta y Mayor baja, se sale del pueblo hacia Pesquera de Duero. Allí está la ermita del Cristo de la Vega, y el tronco seco de una vieja olma, y un cartel que anuncia que estamos en “el pueblo que planta árboles”. En la parte de arriba, junto al cuartel nuevo, al lado del arroyo, se encuentra el parque y la piscina que tiene a gala ser la segunda que se construyó en los pueblos de la provincia. Es un pueblo limpio, decorado con pinturas murales, poesía en las tapias, y tallas de aves en madera junto al pilón, y a lo largo de la calle de las bodegas.
Los padres de Blas se casaron en Piñel de Arriba el 25 de noviembre de 1637 ante el cura Juan de Bocos. Ella se llamaba María Sanz Sanz, y fue bautizada la víspera de Reyes de 1619. En este pueblo trajeron al mundo, y bautizaron en la iglesia de San Juan al menos seis hijos, entre 1639 y 1651 siendo nuestro Blas el segundo de ellos.
De él solo se dice su nombre, Domingo de Mélida el Mozo, por lo que debió ser hijo de otro Domingo. He encontrado en el pueblo, entre 1594 y 1613 el bautismo de ocho hijos de un tal Domingo de Mélida, casado con Isabel Álvarez, pero ninguno se llamaba Domingo. Tampoco me ha aparecido este antepasado tuyo en los diferentes pueblos del entorno donde le he buscado…
Por otra parte en Piñel de Abajo, en 1614, nació Domingo de Mélida Illera, pero no pudo ser el padre de Blas, pues no se casó con María, sino con Agustina de las Puertas González, una mujer de su pueblo. Por lo que con este tu desconocido Domingo Mélida, de no sabemos dónde, llegamos al más antiguo de los que llevaron tu apellido, y nos lo fueron transmitiendo una generación tras otra, desde Piñel de Arriba, donde nacieron tres de tus generaciones, antes de emigrar hasta Torre, en el valle del Esgueva, donde vieron la luz otras dos previo a tu definitivo asentamiento en Vertavillo, desde donde llegaste a Cevico de la Torre para fundirte con los Pérez, y Zamora.
Ermita de Piñel de Abajo
Apasionante este camino de nueve generaciones de los tuyos, que desde el sur, muy cerca de la margen derecha de las aguas del Duero que bañan las vitivinícolas tierras de Pesquera, cruzaron y trabajaron las fértiles vegas del Esgueva, para acabar asentándose en los cerealísticos valles del Cerrato palentino, más al norte, no muy lejos de la margen izquierda del Pisuerga, en un viaje de más de tres siglos, y trescientos cincuenta años de historias de vida y muerte; dolor y superación; amor, fuerza y resistencia.
Vaya por ellos, por tu apellido, y su memoria este homenaje de recuerdo, que por un momento les rescate del olvido en que duermen sus nombres en libros de archivo, para por un momento recomponer sus figuras, agradecer su trabajo, y valorar su legado, sin los cuales nosotros no podríamos construir hoy nuestro presente.
VIDAL NIETO CALZADA
VALLADOLID, 12 DE ABRIL DE 2020