CERRATO INSOLITO
DIOSDADO CALLEJA, CARTERO Y TAXISTA
Diosdado Calleja era cartero en Herrera de Valdecañas.
Los vecinos le tenían gran aprecio y confianza, hasta el punto de que cuando los destinatarios de alguna de las cartas no sabía leer le pedían que se las leyera él. Otros muchos les confiaban el contenido de sus misivas para pedirle consejo respecto a lo que en ellas se les comunicaba.
Entre sus cometidos estaba también repartir el dinero de las pensiones a los jubilados, muchos de los cuales firmaban el recibí con la huella, por no saber escribir.
Mayor trabajo aún le suponía repartir las pensiones destinadas a los 400 huérfanos de militares que se albergaban en una residencia ubicada en las proximidades y que todos los meses recibían un giro de 3.000 pesetas, teniendo que firmar el recibí uno a uno.
Parecido le ocurría con los miembros de una yeguada, a quienes tenía que entregar sus estipendios y firma que te firma.
Llegó un momento en que desaparecieron tanto la residencia de huérfanos del ejército como la yeguada, por lo que en teoría la carga de trabajo de Diosdado disminuiría. Pero solamente en teoría, porque para mantenerle en el mismo nivel de ocupación le fueron asignados más pueblos de alrededor a los que repartir la correspondencia.
Pese a todo el trabajo, todos los días del año, y que además tenía que utilizar su propio vehículo para desplazarse, Diosdado solo cobraba 750 pesetas mensuales. Por ello, para vivir holgadamente debía compaginarlo con otras ocupaciones: sembraba unas tierras y disponía de un taxi.
También por este lado le surgieron problemas: recibió amenazas navaja en ristre por parte de otro taxista conminándole a que se dedicara en exclusiva al oficio de cartero y no le hiciera la competencia con el taxi.
Sin embargo la mayor anécdota protagonizada por Diosdado tiene que ver con el taxi. Llegaron las fiestas de Villahán y Bonifacio Villaverde (Boni) y un amigo le pidieron que los llevara, indicándole que a las 11 de la noche volviera a recogerlos. Así lo hizo. A las 11 de la noche ya estaba de nuevo en Villahán para llevarles de vuelta a Herrera de Valdecañas. Pero ellos le dijeron que estaban muy animadas las fiestas y no querían irse.
Boni era pastor y su amigo el encargado de poner en marcha el motor que posibilitaba que llegara al pueblo el agua corriente, por lo que le pidieron a Diosdado que si podía encargarse él.
Boni le pidió que sacara sus ovejas a pastar y les diera agua y comida. Su amigo le pidió que pusiera en marcha el motor, para que los vecinos tuvieran agua corriente. Y que volviera a recogerlos el día siguiente.
Diosdado, por no decir que no y pensando que por una vez no pasaba nada, asintió. Como pudo, porque no lo había hecho nunca, sacó las ovejas a pastar y atendió sus necesidades, y se encargó del motor para que a sus vecinos no les faltara el agua corriente. Y por la noche volvió a Villahán a recoger a los dos amigos que estaban de juerga.
Tan de juerga estaban que de nuevo se negaron a regresar, y le pidieron a Diosdado que continuase con sus labores, Y así durante toda una semana, día tras día la misma negativa a regresar y la misma petición.
En Herrera de Valdecañas los vecinos veían a Diosdado dándole al motor del agua y atendiendo las ovejas, y la chanza iba en aumento. “¿Ahora te has metido pastor?”, le decían.
Y él, aguantando.