NOVEDADES 2018

OBABAKOAK EN VILLAMEDIANA

 

El escritor vasco Bernardo Atxaga obtuvo en 1989 el Premio Nacional de Narrativa por su obra “Obabakoak”. ¿Dónde fue escrita? Sí, en el Cerrato: en Villamediana.

 

 

 “Obabakoak” es un conjunto de 26 cuentos entrelazados localizados en un imaginario pueblo vasco, Obaba (Obabaloak significa “los de Obaba”), en los que se entremezclan las historias de un profesor de geografía que mantiene una relación epistolar con una chica, una maestra que pasa el invierno sola, un clérigo, un niño que se pierde en el bosque y se convierte en jabalí, un escritor que descubre un misterioso lagarto en una fotografía antigua, etc., que conforman un mundo imaginario pero basado en sentimientos reales como el amor, el recuerdo, el deseo, la incertidumbre, la muerte, la locura o el miedo, además del propio mundo de creación literaria. Escrita inicialmente en euskara y luego traducida a numerosos idiomas, ha obtenido un gran éxito internacional y dado lugar a una película dirigida por Montxo Armendáriz y a una obra de teatro dirigida por Calixto Bieito.

 

 

Bernardo Atxaga llegó a Villamediana buscando un retiro tranquilo para escribir, alquiló una casa y permaneció 8 meses, en los que fue pergeñando su obra. Las vivencias y anécdotas experimentadas aquí motivó que incluyera en “Obabakok” un capítulo dedicado a este pueblo cerrateño, bajo el título “Once palabras en honor del pueblo de Villamediana”, circunstancia que no tenía prevista.

 

 

 

 

Buscaba tranquilidad, pero su estancia fue algo más que un retiro. En sus paseos por el campo e incluso en sus visitas al bar se relacionó con lugareños que le aportaron vivencias, y decidió relatarlas. 

 

Así, cuenta cómo Daniel Maza, guarda forestal, le acompañaba en sus paseos por el monte y luego se iban al club. Se trataba del teleclub, pero la licencia literaria de llamarle solamente club provocaba que el lector pudiera pensar que se trataba de un club de alterne.

 

También habla, aunque cambiándoles el nombre, de Benito, de Crisanto, de Eulogio, de Ignacio, de Eduardo el alcalde, o de la señora Teresa la de la tienda.

 

Muy interesantes fueron sus conversaciones con Julián, al que veía subir por la cuesta que lleva a las bodegas. Un día pasaba Julián por la puerta de la casa del escritor, donde estaba este sentado, y le preguntó dónde iba. Julián le respondió “voy a subir a las bodegas, pues mientras pueda subir es que la cosa va bien; cuando no pueda subir, malo” y añadió: “por cierto, usted tiene que ser muy listo”.

 

Asombrado por esta afirmación, Atxaga le preguntó “¿porqué dice usted eso?”, a lo que Julián respondió “porque si está sentado sin hacer nada a las 11 de la mañana es porque es muy listo”. Julián, un filósofo sin saberlo.

 

Bernardo Atxaga, debido a todo esto, fue invitado años después a dar el pregón de las fiestas patronales del beato Francisco de Jesús, que se celebran la última semana de agosto. Esta invitación no fue bien vista por algunos vecinos, molestos porque el libro de Atxaga no glosaba las excelencias monumentales del pueblo. Pero eso en el libro no tenía cabida, claro está.