NOVEDADES 2024
EL BACHILLER RODRIGO MATÉ GONZÁLEZ
( DE CASTRILLO DE ONIELO)
Clérigo con su vestimenta tradicional y su sombrero de teja en la silla
A Castrillo de Onielo, pueblo cerrateño al sureste de la provincia de Palencia, empecé a venir hace años para consultar los libros parroquiales que custodia don Erfidio, el párroco, buscando datos de mis antepasados que llevaban el apellido “Escudero” de mi abuela paterna. Pastores que vivieron en este pueblo, y se movieron itinerantes por esta comarca, donde el pastoreo y los rebaños fueron seña de su identidad. Así, a fuerza de venir, de tejer amistades, pasear su ronda, andar por sus calles, traer a la familia, entrar en el bar, asistir a la iglesia, y ver una y diez veces los libros de su archivo fui entrando en Castrillo, y este pueblo amable, acogedor, generoso y bello me fue conquistando y entró en mí.
Situado en una amplia meseta que se eleva a 830 metros sobre los valles de los dos arroyos que le rodean, goza de unas espectaculares vistas, que son el alma y la esencia del Cerrato: los palomares, la ermita, el molino, y los páramos lejanos que delimitan los valles coronando las laderas verdecidas de roble y pino. Por abajo discurre silencioso, de este a oeste, entre espadañas y eneas el Maderano,que viniendo desde Cevico Navero desembocará en el Pisuerga en Dueñas después de pasar por Cevico de la Torre.
Vista aerea de Cstrillo de Onielo
Fue aquí, en la sacristía de la iglesia,donde me salió al paso, y conocí en los libros del archivo, el nombre de aquel cura de caligrafía hermosa, pulcra, e impecable, que anotó durante más de cincuenta años los bautismos, bodas, defunciones y últimas voluntades de los habitantes de este pueblo, constituyendo una verdadera crónica, y dejando escrita la historia, vida y costumbres de sus gentes, construyendo con sus apellidos el gran árbol genealógico de este pueblo, y la genealogía de su familia.
Iglesia de Castrillo de Onielo
Se llamaba Rodrigo Maté González, vino al mundo en junio de 1570, y fue bautizado el sábado día 3 por Pedro Llorente, cura encargado de la iglesia. Pedro Cancho, y la mujer de su tío Andrés Maté fueron sus padrinos, siendo el cuarto de los hijos que tuvo el matrimonio formado por el escribano Rodrigo Maté Llorente y María González Miguélez, de quienes desde que en presencia del mismo cura se casaron el 16 de noviembre de 1564, hasta la muerte de ella he encontrado el bautismo de nueve hijos: Antonia en 1565; Andrés, que sería escribano como su padre, en 1567; Juana en 1569; Rodrigo en 1570; otra Juana en1575; María en 1577; Juan en 1579; Pedro en 1585, y Ana Maté González en 1587. Algunos debieron morir de niños porque no he encontrado ni su matrimonio, ni las defunciones después de 1580.
Casa de la familia Maté en Castrillo de Onielo
El siete de junio de 1588, cuando Rodrigo acaba de cumplir dieciocho años y estaría cursando los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Palencia, murió su madre, “habiendo primero confesado y comulgado y hecho su testamento. En él mandó que la enterrasen en la iglesia, y que se dijesen doscientas misas rezadas por su ánima”.
Al poco tiempo de enviudar, el veinte de septiembre de ese mismo año de 1588 su padre, el escribano del rey Felipe II, se casa de nuevo, con una mujer dos veces viuda, Francisca Cancho, hija de Aparicio Cancho, siendo el oficiante Luis Martínez, el cura titular y el más antiguo, del que él será coadjutor primero, y relevará más tarde como cura principal.
Rodrigo, el padre, “fue escribano del Rey nuestro señor y del número Antiguo de esta villa de Castrillo”, escribe el hijo cuando anota la muerte y registra en el primer libro de difuntos de la parroquia el testamento de su padre: “después de haber ordenado su alma y recibido los Santos Sacramentos que la iglesia manda, murió hoy lunes a las dos de la mañana, día de santa Apolonia, a nueve de febrero de 1604”. El funeral y entierro lo preside todavía el cura Luis Martínez. “Se mandó enterrar en el coro y capilla mayor, en la sepultura de sus padres, -Andrés Maté y Antonia Llorente-, que es donde está enterrada su (primera) mujer, y su hermano Andrés, que también fue beneficiado de número”.
Su entierro fue solemne, con diácono y subdiácono, “como corresponde a un hombre de su dignidad”. Mandó “que los señores curas y Beneficiados de preste le dijesen por su ánima una Capellanía de misas, que son 366, y se tomasen por su Alma cuatro bulas de difuntos. Que sus testamentarios hiciesen hacer una lámpara de plata de valor de cien ducados para el Santísimo Sacramento de esta villa, y la diesen a los señores curas de esta iglesia, la cual tenga escrito su nombre”.
Fundó además un “Aniversario” para que cada año se le dijeran cinco misas cantadas en cinco festividades litúrgicas importantes, y para sostener y garantizar los gastos de esta manda aportó la mitad del Molino de Arriba, “moliente y corriente, con sus pesqueras y quebradas, con la mitad de la huerta, la salceda, y el palomar, tasado todo el dicho molino en tres mil ducados.”
Este “molino de arriba”, situado a las afueras del pueblo, donde la carretera se bifurca para Villaconancio, y Baltanás, citado en el Catastro del Marqués de la Ensenada, aún se conserva en pie, en muy buen estado, un ejemplo de Patrimonio etnográfico de esta tierra, y es visitable gracias a la ilusión, entusiasmo y gran trabajo de recuperación que mi amigo Celestino López Alonso emprendió en el año 2008. Él, como sus tres hermanos nació, vivió, y creció en él, junto a las aguas del arroyo y la presa. Este molino de arriba, como también el del medio, ya era propiedad de sus bisabuelos, Cesáreo y Plácida, los heredó su abuelo Anastasio, y pasaron a sus padres, Cirilo y Elicia que lo mantuvieron activo hasta 1960.
Molino de Arriba en Castrillo de Onielo
El testamento del pudiente escribano Rodrigo Maté nos permite saber también que en esta época había en Castrillo tres Cofradías, porque pide que las tres, de las que era cofrade y hermano, le acompañen en sus honras fúnebres. Son las de la Vera Cruz, San Sebastián y del Santísimo Sacramento. No se cita a la de Ánimas, que se fundaría posteriormente.
Volviendo a nuestro personaje, cuando cinco años más tarde, el catorce de mayo de 1609 muere Francisca Cancho, la viuda de su padre, a la que el Bachiller llama su madre, es él quien oficia el funeral y la entierra en la iglesia, donde su marido“con entierro y misa solemne, y acompañamiento de las Cofradías. Mandó 400 misas por su alma y 50 por cada uno de sus tres maridos”.
Sería en 1611 cuando debió ser nombrado Comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Valladolid, pues el veintiséis de septiembre de ese año, al de Bachiller y Notario Apostólico, añade este nuevo oficio, cargo y título. Estas serán ya de ahora en adelante su carta de presentación y las credenciales de este clérigo piadoso y amante de su familia; notable, importante, y poderoso; de gran hacienda, y patrimonio; relevante, e influyente por sí mismo, si no lo fuera ya, y mucho, por ser miembro preponderante de esta destacada familia Maté, e hijo del escribano real de la villa. Desde la muerte de su padre Felipe II, el 13 septiembre de 1598, reinaba en España el rey Felipe III.
Comisario del Santo Oficio
Mi amigo y estudioso Marcelino Rico Pérez, en su “Crónica del escribano Andrés Pérez”, sobre la vida y trabajos de don Pedro Bueno, Licenciado y Beneficiado en la iglesia del pueblo de Villasilos, recrea su viaje para ser nombrado Comisario del Santo Oficio, desde esta localidad del alfoz de Castrojeriz hasta Valladolid. Así también me imagino yo a nuestro Bachiller Rodrigo Maté,bajando en alguna carreta o mula desde Castrillo hasta Cevico de la Torre, para llegar a Dueñas y por el Camino Real llegar hasta la ciudad que cinco años antes había sido capital de España, para recibir allí su nombramiento.
Así relata aquel momento Marcelino en su novela: “Subimos la calle que lleva a la Chancillería, giramos a nuestra derecha para tomar la calle Real de Burgos, y a medio camino, junto a la iglesia del apóstol San Pedro, dimos con el Santo Oficio, una casona desvaída que todavía conserva las trazas palaciegas de sus primeros moradores. El espacioso zaguán enlosado se abre a un sombrío corredor. Nos recibe el Secretario. En la Audiencia todo está preparado. El alguacil invita a don Pedro a tomar asiento. Un clérigo vestido con hábito blanco de la Orden de Santo Domingo, el Inquisidor General, ocupa la silla vacía en la gran mesa. A su derecha el Inquisidor Jurista, y a la izquierda el Inquisidor Teólogo. El señor Secretario presentó la Pretensión de Comisiatura del susodicho demandante, que afirma ser hijo legítimo de legítimo matrimonio de cristianos viejos, limpios de toda mala raza de moros y judíos, antes bien haber usado y ejercido oficios públicos y honoríficos”.
Escudo de la Inquisición
El Inquisidor Teólogo le advierte que el desempeño de sus nuevas obligaciones exige ser persona prudente, ejemplar en sapiencia y costumbres, y lleno de celo por la santa fe que profesamos, a lo que él se muestra dispuesto. Tras la deliberación de la mesa vendría la creación y el nombramiento que leyó el Secretario, firmando el juramento un testigo con el pretendiente, y acabando el acto con la solemne entonación del Te Deum Laudamus.
Hablando de judíos, en Castrillo de Onielo queda el testimonio de lo que don Erfidio cree que pudo ser una sinagoga de la comunidad judía que había aquí en 1474 y desapareció en 1493, en unos símbolos grabados en el dintel y jambas de una casa.
Posible entrada a la sinagoga de Castrillo de Onielo
De vuelta a su pueblo al Bachiller Rodrigo Maté le seguimos viendo, a través de los libros sacramentales del archivo de la parroquia, ya de Comisario del Tribunal de la Inquisición de Valladolid, Beneficiado y cura propio de Nuestra Señora de la Paz, bautizando niños, celebrando bodas, enterrando muertos, sin olvidar sin duda el cuidado de su casa y hacienda; de sus colmenares, palomares y molino, pues si supimos que el padre era dueño del molino de arriba, sabemos después, por lo que su hijo nos deja escrito, que también tenía en propiedad “el molino del medio que está a do dicen la blanquera, que heredé de mi padre Rodrigo Maté escribano que fue del rey nuestro señor, como consta en la hijuela de mi herencia fechada el año 1604 que está en mi poder. Todo lo cual dicho molino fue tasado en dos mil ducados”.
Al siguiente miembro de su familia a quien tiene que oficiar sus exequias es a su hermana mayor Antonia, nacida en marzo de 1565, y bautizada por el Bachiller Pedro Llorente el día 18. Domingo Miguélez, un tío suyo, fue su padrino. Estaba casada con Pedro Villanueva Espeso, y murió el día veintinueve de enero de 1618. Fue enterrada también en la iglesia, en la sepultura de Juan Ruiz de Población, su cuñado,el primer marido de su hermana María, a quien nombró también su testamentaria. Su hermano le hizo “entierro solemne con novenas y honras, y cabo de año solemne, que son dos misas cantadas”. No se olvidó en el testamento de mandar misas por sus padres, suegros y ánimas del purgatorio, como era habitual hacer entonces. Mandó de ofrenda a la iglesia carga y media de trigo, en la recolección de agosto para el cumplimiento de sus voluntades.
El diez de octubre de 1627 murió esta dicha hermana María, con tan sólo cincuenta años. Había nacido en febrero de 1577. La mujer de su tío Andrés Maté Llorente, hermano de su padre y escribano como él, fue su madrina. Se había casado ya tres veces, la última vez el veintidós de julio de ese año, apenas tres meses antes de su muerte, con Juan Aguado Benito. Cuando se casó por primera vez el seis de abril de 1592, con Juan Ruiz de Población no había cumplido los 15 años. Por medio, en julio de1608, hubo un segundo matrimonio con Rodrigo Martín Cogollos. Había recibido los sacramentos y hecho testamento. Su hermano la enterró en la iglesia con oficio, y misa solemne, novenas y vigilias cantadas, con la asistencia de las Cofradías. No se olvidó de nadie, pues “mandó le dijera 50 misas por su alma, 6 por sus padres, 6 por sus maridos, 8 por Francisca Cancho, su hijo Pedro y sus suegros. Nombró por testamentarios a sus hermanos Rodrigo y Andrés”, Beneficiado y Escribano que eran.
El entierro de Andrés, el hermano mayor casado con Ana Bernabé, fue el siguiente que tuvo que oficiar el Comisario, el veinte de junio de 1633. Tenía 65 años, había hecho testamento y murió sacramentado. Le enterró “en la sepultura de su padre, con oficio solemne misa de cuerpo presente y vigilias cantadas. Mandó Bula de difuntos, 200 misas por su alma, honras y cabo de año solemnes”, además de otras más por sus padres, abuelos y tíos. Los albaceas fueron él, su mujer, y su hijo también llamado Rodrigo.
El tres de junio de 1648, registra en el libro Primero de Difuntos de la parroquia el entierro de Ana, la menor de sus hermanos, nacida sólo un año antes de la muerte de su madre. Tenía sesenta y un años, y se había casado en diciembre de 1605 con Pedro Ruiz de las Moras, un hombre del vecino pueblo de Vertavillo. Como a sus otros hermanos la asistió a bien morir dándole los sacramentos y el viático. La enterró en la iglesia con entierro, honras y cabo de año solemne y asistencia de dos Cofradías. Le dijo de su voluntad cincuenta misas, y una “Misa Jubilar” tomando una Bula de difuntos.
Así llegamos al final del periplo vital de este hombre preclaro; personaje importante, clave y fundamental en el devenir de la historia de Castrillo de Onielo, que he querido sacar del sueño y olvido en que duerme en los libros sacramentales de su pueblo, que él fue escribiendo durante tantos años, y se guardan en la iglesia, muy cerca de la que fue su casa.
Después de más de medio siglo de curato en el pueblo que le vio nacer, y haber llegado a la provecta edad de 81 años, murió el veinticuatro del mes de septiembre de 1651, ya retirado de las responsabilidades de su cargo, que ahora recaían en el Comisario Lucas Sarmiento, que fue quien presidió su entierro, y que el Bachiller dejó dispuesto detallada y minuciosamente, en un testamento prolijo, cuidadoso, farragoso a veces, de nueve páginas, en el que no dejó nada al albur de futuras interpretaciones: “Habiendo confesado y recibido el viático como bueno y fiel cristiano, mandó que su cuerpo fuese sepultado en la iglesia solemnemente, con novenas cantadas, y le acompañen las Cofradías. Que se digan cien misas por su alma; veinte por sus padres, y una misa jubilada por sus cuatro hermanos difuntos: Andrés, Antonia, María y Ana. Una misa de honra, y otra de cabo de año, y se lleve todo el año una tabla de cera y hacha”, que es una vela grande y gruesa.
Como hizo su padre cuarenta y siete años antes, él también fundó un “Aniversario de dos misas cantadas solemnes por su alma para siempre jamás los días de la Visitación y la Purísima Concepción, cantando un Responso solemne sobre mi sepultura, repicando dos esquilones para la misa. Mando también dos misas jubiladas por las ánimas de los dos mayores enemigos que tuve en el mundo”.
Para poder cumplir con todo esto, y mucho más que dispuso, hipotecó la cuarta parte de su molino de en medio, a favor de la iglesia de Castrillo.
Paisaje con Palomares de Castrillo de Onielo
Me llama la atención que al mandar misas por las ánimas de su familia, nos construye la genealogía familiar, y nos hace su árbol genealógico remontándose en el tiempo. Las ordena “por sus padres Rodrigo y María; por sus abuelos Andrés Mate y Ana Llorente; por sus bisabuelos Rodrigo Mate y Marina González; por sus rebisabuelos paternos Alonso Maté y Leonor del Val, la hidalga. Por sus abuelos maternos Juan González, y Juana Miguélez; por sus bisabuelos maternos el Licenciado Juan González, y Juana González, y otra misa Privilegiada por sus rebisabuelos maternos Rodrigo González y María González”.
No se olvida de nadie de los suyos, ni de la gente de su pueblo, pues el celoso guardián de la doctrina de Trento, el anciano Comisario, el viejo Bachiller, el sacerdote piadoso, este hombre de Iglesia culto, ilustrado, y sabio,que floreció en esta tierra cerrateña como referente y faro en aquel tiempo convulso, se nos muestra generoso a la hora de ordenar su alma y hacienda en el tiempo de su muerte, agrandando su ya de por sí noble, y singular figura.
Cevico de la Torre, Navidad de 2023